Activistas de Apoye. No Castigue desmantelan la “guerra contra las drogas” y construyen alternativas sostenibles que respetan los derechos y la dignidad

En solidaridad transnacional, les activistas de Apoye. No Castigue están desmantelando la “guerra contra las drogas” y construyendo alternativas sostenibles que respetan los derechos y la dignidad.

Por Juan Fernández Ochoa (Oficial de Campañas y Comunicaciones del IDPC)

El 12º Día de Acción Mundial de la campaña “Apoye. No Castigue” (también traducido “Acompañe. No Castigue”) llega en un momento crucial para el panorama global de la reducción de daños. Conmemorado alrededor del 26 de junio — históricamente marcado en clave penal — nuestro día de movilización promueve el cuidado en la comunidad y el respeto por la dignidad y la autonomía humanas. Miles de activistas en más de 290 ciudades de 80 países se unirán en solidaridad transnacional, a través de acciones transformadoras, tanto locales como nacionales, que construyen alternativas sostenibles a la dañina ‘guerra contra las drogas’.

Movilizándose bajo una bandera común, les activistas emplean una caja de herramientas en constante crecimiento para lograr cambios, incluyendo a través del diálogo político. En el Líbano, por ejemplo, Skoun lidera una coalición para fortalecer aún más las alianzas estratégicas en el parlamento hacia una reforma urgente de la ley de drogas. Mientras que, a miles de kilómetros de distancia, en el Amazonas colombiano, AlaOrillaDelRío colaborará con comunidades en áreas de cultivo de coca, y sus funcionaries locales, para buscar soluciones a las necesidades insatisfechas  en materia de salud y reducción de daños.

Muchas actividades también buscan fortalecer las capacidades y resiliencia de las comunidades. LBH Masyarakat, en Indonesia, fomentará el diálogo con poblaciones afectadas por políticas de drogas punitivas sobre la reducción del estigma y la reforma, además de proporcionar acceso a servicios de asesoramiento legal. De manera creativa, en Camerún, ACRDR está organizando un partido de fútbol entre personas que usan drogas y miembres de la comunidad para promover la reducción de daños y el entendimiento mutuo en un ambiente convivial.

Cambiar las narrativas para influir en la opinión pública es igualmente un enfoque fundamental en nuestros esfuerzos. Con esto en mente, Y-Fem en Namibia está utilizando medios sociales y tradicionales para abogar por la reforma y servicios especializados para mujeres y personas sexodiversas que usan drogas. Mientras tanto, ARAS en Rumanía coordina una diversidad de actores clave para incidir en medios y redes sociales en vista de responder al declive de la infraestructura de reducción de daños del país.

Mientras obramos para cambiar los discursos, políticas y prácticas locales y nacionales, un número de desarrollos internacionales recientes afirman el propósito de nuestro movimiento. En septiembre de 2023, el jefe de derechos humanos de la ONU publicó un informe seminal sobre los impactos de las políticas de drogas en los derechos humanos, instando a enfoques transformadores anclados en la reducción de daños, la descriminalización y la regulación responsable. En acuerdo, la experte de la ONU sobre el derecho a la salud destacó los daños acumulativos de la criminalización y la aplicación de las leyes de drogas en las comunidades marginadas. Notablemente, la Comisión de Estupefacientes de la ONU incluyó recientemente la ‘reducción de daños’ en una resolución por primera vez en la historia.

En nuestras ciudades y países, los desarrollos en reducción de daños y reforma de políticas de drogas también significan progreso. En los últimos cinco años, seis países han adoptado alguna forma de descriminalización, elevando el total a 66 jurisdicciones en 40 países. La provisión de reducción de daños continúa creciendo, con la terapia de agonistas opioides ahora disponible en Egipto (elevando el total a 88 países), y sitios de consumo seguro operativos en 17 países.

A pesar de estos movimientos positivos, los desafíos persisten. La ‘guerra contra las drogas’ sigue siendo el paradigma dominante en todo el mundo, alimentando el estigma, la violencia estatal y los mercados de drogas informales en un estado de constante y peligroso flujo. Problemáticamente, la agencia de la ONU responsable de los asuntos relacionados con las drogas continúa priorizando tal enfoque, en total desconexión con el resto del sistema de la ONU. Así, el Informe Mundial sobre las Drogas 2024, lanzado hoy por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, arroja luz sobre el floreciente comercio de cocaína, estimulantes de tipo anfetamínico y opioides sintéticos, sin cuestionar ni una sola vez los impactos devastadores de las políticas de drogas en la salud, los derechos y la seguridad de las personas en todo el mundo. Indirectamente, los datos del informe nos recuerdan la vulnerabilidad de nuestras comunidades a las consecuencias de las políticas de drogas punitivas, como lo ejemplifica la catástrofe de las muertes relacionadas al uso de drogas en América del Norte. En respuesta a esta crisis, iniciativas lideradas por la comunidad, como el Frente de Liberación de las Personas Usuarias de Drogas (DULF), por sus siglas en inglés) han luchado por y tentativamente proporcionado un suministro seguro de drogas, pero son procesados penalmente, no protegidos, por su trabajo salvavidas.

Otras crisis intersectantes persisten con consecuencias nefastas para nuestra gente. La carga de la epidemia del VIH continúa recayendo fuertemente sobre los hombros de las personas que usan drogas por inyección, una injusticia que a menudo se les atribuye, en lugar de a las personas al poder que no logran proporcionar servicios esenciales de reducción de daños en un entorno propicio. Las recientes reformas de recriminalización en América del Norte también destacan cómo los pánicos morales sobre el uso de drogas y la precariedad económica se han utilizado para implementar retrocesos letales en las políticas. Chocantemente, en la última década, los estados que mantienen la pena de muerte han ejecutado a más de 3,113 personas por delitos relacionados con drogas, manchando la respuesta a las drogas con crueldad cuando debería estar arraigada en la compasión.

Al navegar por estos obstáculos, nuestra lucha global contra la ‘guerra contra las drogas’ es más importante que nunca y debe aprovechar el aprendizaje compartido y la solidaridad entre movimientos. Tenemos un tesoro de experiencias en las más de 2,300 actividades organizadas por los activistas de Support. Don’t Punish a lo largo de los años. Ya sea hacia el fortalecimiento de las bases, la incidencia parlamentaria o la capacitación de medios, podemos inspirarnos en acciones impactantes en diferentes contextos. Más allá de nuestra campaña, la historia del movimiento de reducción de daños tiene una riqueza de lecciones que ofrecer en términos de tácticas, desde la protesta y la desobediencia civil, hasta la construcción de alianzas estratégicas, y experiencias prácticas en la ayuda mutua. Este aprendizaje es crucial mientras enfrentamos una preocupante tendencia global hacia la intensificación de la securitización, la represión y la erosión de las libertades cívicas.

Más allá de aprender unes de otres, también podemos aprender de las historias y legados de movimientos hermanados. El uso de la resistencia no violenta por el movimiento de derechos civiles, las redes de autoapoyo tejidas por las comunidades queer y trans enfrentando la violencia heteropatriarcal, y la demanda del movimiento de trabajadoras sexuales por la descriminalización total, por solo mencionar algunos, ofrecen ideas sobre cómo resistir firmemente los aparatos dañinos de castigo y criminalización. Esta riqueza de conocimientos llama a romper las barreras entre nuestros movimientos y reconocer que las opresiones interseccionales exigen solidaridad colectiva.

No vivimos vidas de identidades únicas. Y nuestra lucha debe reflejar eso. Por eso es crítico construir puentes con los movimientos de justicia de género, racial, indígena, migrante y de discapacidad, por nombrar algunos. Al amplificar las voces de les demás y fortalecer la resistencia colectiva, podemos desafiar no solo la “guerra contra las drogas”, sino también los sistemas de opresión más amplios de los que se alimenta y potencia.

Finalmente, mientras logramos reformas y reparaciones, debemos mantenernos vigilantes contra las tácticas de cooptación que solo abordan superficialmente nuestras demandas mientras refuerzan los sistemas punitivos, un fenómeno que ha sido denominado ‘humanitarismo carcelario‘. Nuestra visión de liberación colectiva debe ser al menos escéptica sobre las medias tintas, en favor de una justicia genuina, del tipo que es posible cuando nadie se queda atrás.

¡Apoye. No Castigue!